Para otra de sus muestras realizadas en el MAC, MUSEO DE ARTE CONTEMPORANEO DE EL PAÍS, En Montevideo, Uruguay, (año 1996) Jorge Jofre, (profesor terciario y universitario de Historia del Arte e Historia del Diseño, escribe:
“Desde sus comienzos — cuando era alumno del taller del profesor Roberto Volta— la pintura de Carlos Vico Lacosta se definió por una técnica estrechamente vinculada a lo humano, lo social, lo religioso, y también a veces a una simbología de carácter personal.
En sus obras podemos distinguir dos etapas que no se alejan para nada de los tópicos expresados anteriormente.
La primera de ellas se caracteriza por un pronunciado clima de “inmaterialidad de lo matérico”, de mensajes que buscan acercarse a lo espiritual. El propio artista lo define como un “período místico” y en él se destacan obras como “cristo” o “la última cena”
En un segundo momento encara el tema de los mitos griegos. Una personal mirada donde el nudo argumental de los antiguos mitos helenos se une a elementos tomados de la cotidiana realidad del pintor. Son obras creadas en su taller de Carapachay, (provincia de Buenos Aires, Argentina) De la serie se destacan “La mirada de Medusa” o “La manzana de las Hespérides”. Al mismo tiempo Vico Lacosta aborda otros temas; junto a “Medusa” pinta “Tentación” donde refleja el tema bíblico del pecado capital o “la Musa y el Pintor” que recrea el antiguo tema del pintor y su modelo.
Quizá en Vico Lacosta, tanta variedad posea sólo una clara unidad por su tratamiento pictórico y por un definido gusto por los violetas y los azules profundos que recortan violentamente áreas luminosas y cálidas.
Pese a que en ciertos momentos su obra manifiesta una determinada inclinación —una cierta disposición— por el surrealismo en la etapa intermedia, la pintura metafísica o las imágenes de ficción, no podríamos decir que este artista uruguayo se encuadre dentro de estos cánones. En sus lienzos busca primariamente plasmar imágenes que hablen por sí mismas. A veces los cuadros son verdaderas “narraciones visuales”, a la manera de los primitivos renacentistas italianos.
En el presente en que la abstracción, el expresionismo, las instalaciones, o experiencias múltiples inundan el panorama del arte, Carlos Vico Lacosta aparece ante todo como un “degustador de imágenes” vinculadas primariamente al hombre. Sin embargo elabora con igual esmero tanto una figura humana como el dibujo de una tuerca o los pliegues de un paño.
Porque Vico Lacosta es un figurativo de alma; “lo icónico” le nace de lo más profundo de su persona. “